No había manera: el sistema fallaba
por todas partes. Sergio había seguido los protocolos al dedillo y los había
aplicado tal y como se suponía, pero la caldera había cobrado vida propia y se
resistía a ser dominada. Llamó a sus compañeros según orden de lista. Estaba a
dos números de llegar al final.
—¿CPR-YD9? Te llama RRW-UH3. Tengo un
problema XXC con la caldera en la sección 25/S del sótano. Lo he probado todo:
la caldera está fuera de control.
—¿Has aplicado el protocolo de
emergencia SNX/3?
—¡He agotado todos! —exclamó
desesperado.
—Llama a Luis directamente y cuanto
antes.
—¿Luis? Pero si ese no está en la
lista.
—¿Acaso te queda otra opción? A Luis
lo llamamos todos cuando ya no sabemos qué hacer. Bueno si tienes un plan mejor…
adiós y que tengas suerte.
Sergio carraspeó nervioso. Después de
un rato de vacilación, marcó el número de la extensión.
—Al habla Luis, ¿con quién hablo?
— RRW-UH3 al habla, tengo un problema
XXC…
—Dime tu nombre, no acostumbro a
relacionarme con números.
—Sergio…
—Ok, Sergio, encantado de ayudarte.
Dime la sección del sótano y qué tipo de ruido que hace la caldera.
—¿Cómo? Eso es saltarse el protocolo.
—A ver Sergio, ¿tú qué quieres:
solucionar el problema o seguir el protocolo?
—Solucionar el problema, pero si me
salto el protocolo… me arriesgo a que…
—Y si la caldera estalla… ¿a qué te
arriesgas?
Sergio se removía inquieto, con el
auricular al oído no dejaba de mesarse la barba. La sentía pinchuda y revuelta
como sus nervios. La impotencia y la indecisión ataban sus labios. El calor le
achicharraba la piel y el olor a metal no le dejaba respirar.
—¿Sergio? ¿Sergio? ¿Sigues ahí?
El aire vibraba denso con el rugido
metálico de la caldera que parecía a punto de reventar. Luis, alarmado, bajó a
la sección. Se encontró a Sergio, hechizado frente a la bestia, con el manual
temblando entre sus manos y los ojos enrojecidos. Lo apartó a un lado y accionó
una palanca. La caldera rugió como un animal herido de muerte. Poco a poco, el
ruido fue descendiendo hasta desaparecer por completo.
—El protocolo dice…
—Venga, Sergio, tranquilo. Lo hemos
parado a tiempo —Luis le quitó con suavidad el manual de las manos.
—Descansa —le dijo—. Mañana tendrás
que reiniciar el sistema.
Sergio con la mirada fija en la
palanca, asintió. La caldera emitió un sonido sordo que le heló la sangre.
@ana.escritora.terapeuta
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